domingo, 3 de enero de 2010

Entré a un café algo oculto, dentro de una librería.
Entré esperando terminar mi dibujo o al menos intentar llegar al punto en el que esté levemente satisfecha con él.
Lo cierto es que no lo estoy, y lo miro, lo miro y me veo raramente identificada con él, No hay parecido alguno entre nosotras, pero ella lleva algo en la mirada, algo que también tengo yo.
Se siente como un vacío, uno que significa una busqueda y una busqueda que significa un comienzo y un comienzo que no sabe por donde empezar.
Es un constante juego que no termina en ningun punto.
Y mientras tanto nos lleva el viento, la lleva el viento, pero ella no cierra los ojos.
No quiere ausentarse del mundo.
Poco a poco el viento le afecta y su lagrimal se llena con esa gota salada que quiere escapar.
Pero esa lagrima es suya y no la quiere soltar, piensa que no hay motivos, piensa que cuando una lagrima cae otras la acompañan y hoy es un bonito dia como para llorarlo.
Ella tiene compromisos pero no espera a nadie, no busca a nadie.
Un señor me mira y le pide a la mosa otro café. Una señora con tacos altos busca un libro en un estante, lo intenta, pero éste no está a su alcance, se le cae otro libro.
El primer señor pide la cuenta, en el momento en el que se le es entregado su segundo café.
Miro mi taza y está vacía

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