Quería sentir tu piel junto a la mia. Quería que tus manos no se desprendan de mi cuerpo. Quería que me beses y que nunca dejaras de hacerlo.
Quería escuchar tus dulces palabras en mi oido, una y otra y otra vez, quería pertenecerte y que me pertenescas.
Recuerdo que sentía el latir de tu corazon pegado a mi pecho y que se confundían e intercruzaban aquellos acelerados e interminables latidos.
Dabamos vueltas en ese colchón de una plaza que a nosotros se nos hizo gigante.
Y la música seguía sonando y en el cuarto había cada vez menos luz.
Nos mirábamos. Nos sonreíamos. Nos volvíamos a mirar.
Una y otra y otra vez...
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